En el cine de mi barrio
(América- San Martín 3227- Zona sur de Rosario), cuando era un niño, comencé a soñar con el
cine.
Fue un germen que años más tarde crecería con más ímpetu.
En esa época
de la infancia en la que tendría entre ocho y diez años, muchas veces iba solo
al cine, pues a mis amigos no les interesaba ver películas.
Entrar al cine era entrar a “El Paraíso”. Un lugar donde esas
historias y aventuras maravillosas tomaban forma, entidad, y quedaba a sólo
cuatro cuadras de mi casa.
La
absoluta soledad de la enorme sala (1.400 butacas), exaltaba mi imaginación y vivía el mundo que me proponían las películas.
En el Cine América nació mi deseo de filmar.
Mi afán de aventurero y el deseo de conocer el mundo, (en mi familia se viajaba muy poco por cuestiones
económicas que intuyo luego, derivaron en una costumbre), se saciaba con el cine.
Por esa ventana maravillosa podía estar en cualquier lado y vivir las
experiencias más fabulosas. Me sumergía y
embebía en historias que no podía vivir en la realidad.
Era tal la
excitación que me provocaban, que a la salida jugaba a representar lo que había
visto, de acuerdo a la temática o trama de la película.
Al llegar a mi casa
torturaba a mi hermana contándole la película de punta a punta. Sabía que a ella no le gustaba que se las contara y que me escuchaba sólo un tercio
de lo que decía, o casi nada, pero mi entusiasmo vencía su indiferencia.
La sala de cine
era un refugio, un templo donde todo era posible, (tenía esa estructura monumental y hoy es un
templo Evangelista, nada es casual).
Todas las películas de mi infancia me han influenciado.
Todas tenían lo que busco hoy en el cine.
Fue en ese tiempo que me dije “Que lindo sería hacer películas. Hacerlas y verlas sería
como vivir esas historias”.
En la
secundaria unos compañeros dibujaban historietas de ciencia ficción en papel vegetal y las proyectaban en una
pared con sonido grabado en los viejos cassettes. Eso me impulsó y entonces los convencí de hacer una película.
Allí empecé a
filmar en Super 8, (con la cámara de un entrañable amigo, Cesar Belfanti, quien hoy es el diseñador gráfico de Bronce, mi próxima película a estrenar).
Luego de varios
intentos fallidos, filmamos cuatro rollos y sólo uno salió bien, sentí mi primer frustración y abandoné la idea.
A los 18 años
me fui a Córdoba, con intenciones de quedarme a vivir allá, por una posibilidad
de trabajo. Finalmente una tarde tirado en la cama, se iluminó de nuevo mi deseo de hacer películas, y fue definitivo.
Me dije: vuelvo
a Rosario a estudiar cine.
“Quiero hacer películas para volver a soñar. La vida ya me demostró que nunca sería como en la películas"
Después de varias realizaciones propias y de haber participado en muchos rodajes de otros colegas, hoy puedo decir:
Con esta película, con BRONCE, vuelvo a ser quien fui:
Un niño en una sala enorme y oscura que sueña.
Cine América - Av. San Martín 3227 -
1992
Si el Ambasador era grande, las 1400
butacas del América lo dejaban así de chiquito.
Nacido en 1920, tuvo un par de reformas
en 1936 y 1944.
Desde mayo de 1945 lo dirigen Juan
Gonella primero y la Sociedad Exhibidora Rosarina después, hasta que con
"Rocky lll" y James Bond en "Moonraker", se cierra el 29 de
setiembre de 1982.
Foto: Jorge Malla